Sentía frío, más de lo habitual, fue lo que realmente hizo que despertara. No lo podía creer, todo a su alrededor era blanco, un manto de nieve y su único abrigo era un saco de plumas de alta montaña. No sabía dónde se encontraba, aunque fuera en las mismas faldas del K2 no era consciente, lo único que ansiaba era despertar de aquella pesadilla. Mario intentó hacer unos ejercicios de relajación para dominar aquella desconcertante situación. Tenía claro que era Domingo y que tal día como aquél, a las doce horas, debía estar en la primera comunión de su prima Marta. Por eso no entendía nada. No le quedó otra que coger al toro por los cuernos y decidió salir de la situación en la que estaba metido, cualquier otra actitud le haría morir de frío. A gatas intentó deslizarse montaña abajo, lo hizo más rápido de lo habitual, perdió el control mientras bajaba a velocidad de vértigo y se aproximaba a la fuga de la montaña, no podía frenar....mala suerte, salió despedido por la arista del K2 y en ese mismo instante quedó inconsciente. La montaña maldita se había vuelto a cobrar otra víctima.
Un calor bochornoso le agobiaba y de fondo la melodía de los cánticos religiosos impregnados de olor a incienso rancio. Don Prudencio, el cura del lugar, destacaba por su afán exageradamente ahorrativo, era capaz de repartir una botella de clíper de fresa de un litro entre veinte fieles monaguillos; de ahi que la desvirtuada fragancia del incienso se debiera a un sucedáneo que compró en el chino y aquél que le enviaba el obispado lo usara para perfumar su casa. Un susurro al oído le dijo " Mario ponte en pie que tu prima va a tomar la comunión...". Abrió los ojos, estaba vivo y se encontraba en la iglesia de Santa Lucía a las 12:30 horas. Mario sonrió, había tenido una pesadilla...o un mal viaje??. Mario miró a la otra esquina del banco de la penúltima fila y vio a su primo Pablo que no paraba de reír con la mano en la boca. Pablo era su primo de confianza que había venido de Holanda exclusivamente a la primera comunión de la prima Marta. Intentaba explicarle, con señas y en medio de familiares repugnantes, lo que le había ocurrido. Pablo, desde la otra esquina, asentía con la cabeza como si entendiera perfectamente lo que Mario le intentaba decir. En el ocaso de la misa, llegó el momento en que el sacerdote dijo " démonos todos la paz...", Mario se quitó de encima a la tía Marcela y se acercó a Pablo, y éste, con ocasión del apretón de manos que marca el acto litúrgico, le dijo " con ésta podrás transportarte al carnaval de Río tan solo con cerrar los ojos...". Mario miró en la palma de su mano y vio un trocito de cartón con una letra mora. Acto seguido, miró a Pablo quien con un guiño de ojos le dijo..." sólo invito calidad!"
Fdo. Ismael Urtubi.
1 comentario:
Jodí a Joseito
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